Por: Juan C. de la Cruz
Hay Orquídeas, hay Claveles, hay Jazmines;
Hay Magnolias, hay Hortensias, hay Bromelias.
Hay Gacelas, Palomas y Ninfas.
Hay Rubíes, hay Carbunclos, hay Ágatas;
Amatistas, Cornalinas y Esmeraldas.
Son Rocíos, Auroras y hasta Albas.
Bellos objetos, seres gloriosos, nombres sublimes;
Formas sin fin, aromas que embriagan, hermosos colores;
Nombran sustancias, reinos y especies:
No por azar, desdén o fastidio,
Al ser más valioso, sublime y hermoso,
Otorga el Creador, eterno Señor, no sin razón.
Niña, doncella y esposa;
Reina, doctora, arquitecta;
Sí, constructora, madres y señora.
No es de acabar, elogio inmortal,
Al ser que albergar la prole especial:
¿Madre? ¡Sí, madre!
¿Qué objeto, que esencia, que luz,
Creación, ser, o aurora boreal,
Compararse con Ella acaso podrá?
¿No es la corona, reina excelsa, regazo inmortal
Entre los seres perfectos creados por lo Divinal?
¡Cantemos canciones, poemas y un son maternal!
Podría sin fin mi cantar componer,
Lo cierto es que espacio aquí no tendré.
¡Hijos, cantad un son maternal!
Madre es un ser, un oficio, un hábitat;
¿Reina? ¡Sí!; ¿regazo? ¡Más!; ¿amor? ¡Inmortal!
¡Hijos, cantad un son maternal!
Seno nutrido, satisfacción de amores, terrenal;
Néctar de esencia, célula vital, cordón umbilical;
Maestra primera, amor de todos, sostén emocional.
¿Merece elogios sin fin, canciones mil, entrega total?
Madre, tus hijos te alaban, con dulce canción:
¡Corona de amor inmortal!
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